Noviembre proletario, un grito revolucionario

DE LA HUELGA A LA REVOLUCIÓN 

A 100 años de uno de los levantamientos históricos más importantes de la clase obrera en el Ecuador, uno de los primeros gérmenes de la lucha obrera en el país, no podemos perdernos en la añoranza o conmemoración. Este evento marca una serie de enseñanzas que debemos asimilar como trabajadores, para avanzar en niveles de lucha y organización por nuestra emancipación definitiva.

 

Cuando en Guayaquil el 15 de noviembre de 1922 cientos y miles de trabajadores junto a sus familias salieron a las calles y paralizaron la ciudad exigiendo sus derechos por una vida mejor, el estado burgués gobernado en ese entonces por Tamayo tiñó de rojo el Río Guayas con los cientos de cruces que sobre él flotaron. Eso, por un lado, deja en evidencia el carácter de clase que tiene el Estado, y el papel de la policía y militares, su brazo armado, que es reprimir y resguardar los intereses de las clases dominantes.

 

Un panorama, que lejos de perderse en la historia, se refuerza cada vez más, de la forma más cobarde: con leyes que criminalizan la organización y la lucha social, y a la vez, precarizan y flexibilizan más las condiciones laborales de los trabajadores; con la represión directa, con la persecución; con el despido y amedrentamiento de quienes deciden protestar; y con todo un discurso que estigmatiza y deslegitima a quienes salen a las calles.

 

Es importante destacar el papel que tuvieron en ese entonces los ferroviarios, electricistas, artesanos, hombres y mujeres del pueblo, que se convocaron aquel día marcaron un hito para lucha de la clase obrera naciente. Además, esto marcado por un momento histórico en donde existieron ejemplos de que otras sociedades donde la clase obrera dirigía la lucha, lo cual llenaba de esperanza a los proletarios del mundo. 

Al mismo tiempo, no se puede invisibilizar el nefasto papel retardatario de posiciones como las de la Confederación Obrera del Guayas (instancia organizativa manejada directamente por el gobierno) que, en lugar de aupar el brío espontáneo de los trabajadores, intentó apasiguarlo.  Esta misma posición se repite entre las caducas centrales sindicales que no representan los intereses de la clase, sino que trafican con ellos.

Las condiciones objetivas y subjetivas en las que se desenvolvieron los hechos aquel 15 de noviembre jugaron decisivamente para su desenlace. La difícil situación económica de un país anclado a la dependencia y la baja del precio internacional del cacao por una parte, y por otra, un gobierno que implementaba medidas antipopulares cada vez con mayor insistencia, el hambre, la pobreza y la sobreexplotación fueron la base material sobre la que se gestó este proceso.

 

Los niveles organizativos estaban condicionados por la estructura económica de un país donde aún no se desarrollaba el capitalismo, que vivía especialmente del agro, con una clase trabajadora que estaba transitando de formas de trabajo artesanales a unas “un poco más capitalistas”.  A esto habría que sumar que no había muchas organizaciones políticas revolucionarias, lo que le facilitaba al liberalismo hacerse ver como representante de los trabajadores. Durante los años anteriores, los sectores populares habían creado organizaciones reivindicativas que los representen en su lucha directa, pero aún no habían logrado crear organizaciones que tengan una base política e ideológica sólida, una comprensión estructural sobre la economía y política del país. Así pues, las jornadas de noviembre de 1922 evidenciaron la necesidad de una dirección política más consistente, que si bien estuvo coordinada por la Federación de Trabajadores Regionales del Ecuador, ésta no tuvo la capacidad de plantear estratégicamente aquellas acciones. Por esto, es clave comprender que los trabajadores necesitan niveles más altos de organización que les permitan enfrentar correctamente al enemigo de clase, prevenir al máximo los reveses y avanzar cada vez más en su objetivo estratégico.

 

Las cruces sobre el agua no se olvidan y son un símbolo latente para los miles de proletarios en el Ecuador, que salimos a movilizarnos este 15 de noviembre en todo el país. No solo para recordar a quienes perdieron la vida en este hecho tan importante, sino también y sobre todo para ir marcando una nueva corriente revolucionaria en la clase obrera, un nuevo tipo de organizaciones, que posibiliten la elevación de conciencia en las masas. Y que la clase obrera tome la batuta decididamente como vanguardia en la construcción de una nueva sociedad, junto a todos los sectores explotados de la sociedad.

 

 

 

TENEMOS UNA VICTORIA PENDIENTE

Para nosotros los oprimidos esa sangre derramada es líquido fértil de lucha y organización. Rescatamos los aportes y enseñanzas de ese hecho histórico y entendemos la necesidad como sectores oprimidos de crear organizaciones propias, que respondan a nuestros intereses de clase, organizaciones dispuestas a luchar. 

Línea del tiempo de la lucha social

Enseñanzas políticas del 15 de noviembre de 1922

A cien años de uno de los hechos más trascendentales de lucha de los trabajadores en el país, es imperativo acentuar en varias enseñanzas políticas a tomar en cuenta para el desarrollo del trabajo obrero, evitando cometer ciertos errores que nos pueden llevar a un resquebrajamiento aún más profundo de la clase trabajadora en el Ecuador.  

El papel del Estado e independencia de clase

El rol que cumple el Estado en los distintos levantamientos y luchas populares es determinante. El marxismo expresa que el Estado es producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, es un órgano de dominación de determinada clase, la cual no puede conciliarse con su antípoda.  En este punto es preciso nombrar a la Confederación Obrera del Guayas (COG), organización que agrupó a miembros de los distintos gremios de la ciudad y provincia. Sin embargo, su abierta vinculación con el liberalismo generó posiciones colaboracionistas con los gobiernos de la época, puesto que era ayudada por subsidios gubernamentales; una muestra de ello fue el Congreso Nacional Obrero organizado por la COG y llevado a cabo en 1920, mismo que fue costeado por aportes de la Municipalidad de Guayaquil.

 

Esta relación de la COG con los gobiernos liberales de aquel entonces fue tan perjudicial porque la lucha de la confederación recayó netamente en el plano de las reivindicaciones económicas, dejando en segundo lugar la lucha política y con esto despistando a las masas obreras de su principal enemigo de clase y responsable no solamente de la crisis del cacao, sino de todas las privaciones de la clase trabajadora.

 

La actitud ante el Estado es la clave para comprender que nuestros intereses como clase son totalmente opuestos, pues el proletariado únicamente no busca mejorar sus condiciones laborales, éste lucha por acabar con la explotación del sistema capitalista; la burguesía por el contrario pugna por perpetuarlo. La burguesía tiene el poder a través del Estado y asegura su control mediante la fuerza pública, instituciones gubernamentales y aparatos ideológicos, permitiéndole dictaminar la vida de las clases explotadas.

 

Los nexos de la COG con el Estado y sus instituciones no solo restaron de combatividad a la clase obrera de Guayaquil, sino que su accionar fue tomado como “ejemplo” para varios dirigentes y organizaciones de trabajadores, con este precedente ya se delineaba el futuro de la clase obrera en el país y su escasa trayectoria de lucha marcada por el oportunismo.

 

Otro aspecto a tomar en cuenta es que, pese a los vínculos de la Confederación Obrera del Guayas con el liberalismo, José Luis Tamayo perteneciente al partido liberal y presidente en aquel tiempo no dudó en ordenar una brutal represión a cientos de trabajadores, artesanos y pueblo en general que se mantenía ya varios días en huelga, suceso conocido como el bautizo de sangre de la clase obrera en el país.

 

En la actualidad podemos constatar como el colaboracionismo de clase y las posiciones vacilantes están aún presentes, puesto que las tradicionales centrales sindicales y sus caducos dirigentes no pierden la vista de los gobiernos de turno, exigiendo mesas de diálogo y vanos acuerdos que en la práctica diluyen los intentos de organización y movilización de las bases trabajadoras.

La necesidad de la dirección política

La falta de organizaciones políticas revolucionarias marcó lo que sería el 15 de noviembre, debido a que las organizaciones de trabajadores estaban enmarcadas principalmente en reivindicaciones económicas. Sumado a esto una clase obrera naciente e inexperta que confiaba en las falsas promesas de los gobiernos de turno, y una crisis económica a nivel internacional fueron algunas de las causas del suceso de 1922.

 

En el ¿Qué hacer? Lenin manifiesta que al obrero se le puede dotar de consciencia política de clase solo desde fuera de la lucha económica, es decir desde fuera de las relaciones que existen entre obreros y la patronal. En este sentido, es primordial la acción del elemento consciente, es decir de aquellas personas dedicadas al trabajo revolucionario, que no solo agiten a las masas obreras, sino que principalmente puedan organizarlas en función de su papel histórico en la sociedad. Por esta razón la acción del partido proletario es decisiva, pues en él están aquellas personas cuya profesión es la actividad revolucionaria y conformada también por obreros que han alcanzado un nivel importante de comprensión política, de lo cual su labor consiste en inyectar de conciencia a la clase obrera y rebasar el estrecho marco del economicismo.

 

A la par es fundamental entender que los trabajadores necesitan niveles más elevados de organización, mismos que puedan hacer frente al enemigo de clase, reducir los errores que puedan ocurrir y avanzar cada vez más en su objetivo estratégico. Por ello es necesario los procesos de formación política en la clase trabajadora, acciones de agitación y propaganda que vuelvan a poner en el escenario la situación actual del movimiento obrero en el país y lograr levantarlo del estancamiento donde se encuentra.

Desarrollo de un nuevo Movimiento Obrero

Reconocer al oportunismo y reformismo como enemigos de la clase trabajadora: Lenin es claro cuando manifiesta que los reformistas pretenden dividir y engañar con algunas dádivas (reformas) a los obreros, pretendiendo apartarlos de su lucha de clase. El reformismo y el oportunismo expresado en la actualidad en las viejas centrales sindicales y sus dirigentes, vienen a ser un instrumento de la burguesía para dispersar a la clase trabajadora, cuanto mayor es su influencia en los obreros, se reduce su capacidad organizativa y de lucha. Los reformistas han utilizado la política para beneficiarse económicamente, es por ello que la destrucción del Estado Burgués resultaría una catástrofe para este sector.

• Independencia de clase: Cuanto más independiente es el movimiento obrero, más desembarazado se ve de la estrechez del reformismo y con más facilidad consiguen afianzarse, aumentando la posibilidad de obtener ciertas mejoras a través de la lucha, teniendo en cuenta que ahora el Estado Burgués es mucho más restrictivo provocando una regresión de derechos que antes fueron obtenidos a través de la organización y lucha.

Rebasar el plano economicista: A través de un análisis materialista, la clase obrera debe observar a cada una de las otras clases sociales en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral, política y comprender desde un plano objetivo no solamente los momentos actuales, sino también hechos históricos que han dejado varias enseñanzas, lo cual ayuda a tomar decisiones acertadas para la lucha. Incluso hacerse eco de diversos casos de abusos y vejaciones hacia otras clases explotadas. Sin embargo, esto lo logrará rebasando la lucha netamente económica, ampliando el horizonte a un entendimiento mucho más político de la sociedad, donde la clase obrera cumpla en realidad su papel de vanguardia.

El proletariado como la clase más avanzada: La burguesía en complicidad con sectores oportunistas y reformistas han hecho que la clase obrera vaya perdiendo su papel como vanguardia, reduciéndolo al plano de las reivindicaciones inmediatas. No obstante, el proletariado es la clase que lucha contra la raíz de la explotación que es la propiedad privada de los medios de producción. El proletariado es la clase que persigue acabar con el orden actual de las cosas, puesto que el sistema actual se sostiene a través del usufructo de la mayoría. Además, bajo la dirección del partido proletario la clase trabajadora eleva su nivel de conciencia y organización, y con ello afianza su lucha tornándola más decisiva.

“No, no muere, no puede morir el espíritu de un pueblo; y si no muere el espíritu, tampoco morirá en él la esperanza; jamás será la última una esperanza suya; pues siempre, cuando menos renovada, alentará y moverá el alma, el espíritu de la multitud hecha pueblo” JOAQUÍN GALLEGOS LARA

Los de ayer y los de hoy ....

La  precarización de la vida de las enormes masas de los sectores populares se mantiene y se agudiza, existe una tendencia cada vez más fuerte en la colculcación de derechos históricos conquistados, mientras el aparato represivo del Estado se refuerza para mantener el poder de la clase dominante. Ante esto la respuesta es clara, la que nos ha indicado la historia: el camino es la lucha y organización.