MANIFIESTO POR EL PRIMERO DE MAYO

El 1 de Mayo del 2020, en medio de la pandemia, establecimos la consigna: PRIMERO LA LUCHA, realizando una importante jornada de protesta que fue reprimida por la policía en el sur de Quito; mientras las centrales sindicales burocráticas, sin excepción alguna, preferían quedarse en su casa “conmemorando” el día de la clase obrera a través de ¡una conferencia por zoom! el momento mismo en el que cientos de miles de trabajadores eran despedidos por las élites burguesas en el gobierno de Moreno. Mismo ridículo que repitieron un año después con una caravana motorizada en el norte de Quito, mientras otros tomábamos la calle para alzar nuestra voz de protesta.
Dicha consigna la afirmamos hoy también, cuando los mismos sectores reformistas pretenden encaminar esta histórica jornada de lucha al fango institucional, clientelar, y electorero, enmarcándola y constriñéndola a una disputa interburguesa y politiquera entre las dos facciones representantes de la clase dominante del país.
Cuando sostenemos que la lucha es un factor central para la clase proletaria, no lo hacemos simplemente entendiendo a ésta como un elemento para defender sus intereses económicos –lo cual también es legítimo-, y menos aún para que sea capitalizada por sus enemigos de clase, sino básicamente para afirmar sus intereses estratégicos, su necesidadde acabar con el orden imperante, es decir, que esa lucha se encamine a la toma del poder político, convirtiéndola en una verdadera lucha de clases.
La lucha de clases a nivel internacional ha entrado en una nueva etapa histórica. Las tres grandes contradicciones del sistema capitalista imperialista se agudizan cada vez más. La disputa interimperialista, con la emergencia de China como potencia imperialista y su alianza con Rusia que ponen en cuestión la hegemonía norteamericana, está arrastrándonos a una nueva guerra mundial. La expoliación de las semicolonias se intensifica cada vez más a través del control de sus recursos estratégicos y la explotación intensiva de su mano de obra. La intención de los grandes consorcios burgueses de mantener sus ganancias ha llevado a una conculcación progresiva de los derechos históricos de las masas populares, hecho que se extiende con la actual crisis.
Estas contradicciones han provocado una serie de rebeliones y levantamientos populares, no sólo en los países semicoloniales, sino incluso en los centros imperialistas. Es indudable que una ola revolucionaria se avecina. Es por ello menester señalar algunos aspectos concretos sobre la lucha de clases en Ecuador, y especialmente sobre el desarrollo del movimiento obrero.
La clase trabajadora en el país ha sufrido un ataque sistemático a sus reivindicaciones en los últimos tres gobiernos. El correísmo no sólo se encargó de cooptar y dividir las organizaciones obreras, también prohibió el derecho a huelga de los trabajadores de los servicios públicos y la limitó a realizarla fuera de las instalaciones en el sector privado. Junto a sus sucesores se han encargado de precarizar y flexibilizar las relaciones laborales: ampliando los períodos de prueba y los contratos a plazo fijo; permitiendo contratos temporales o por horas; flexibilizando la distribución de la jornada laboral; reduciendo utilidades; eliminando bonificaciones; restringiendo el subsidio de antigüedad, vacaciones, bonos, permisos sindicales, permisos para hacer asambleas; reduciendo las indemnizaciones por despido intempestivo; impulsando la polifuncionalidad; y utilizando los fondos del IESS como caja chica.
La clase trabajadora no ha podido hacer frente a esta contrarreforma laboral. El movimiento obrero ecuatoriano sufre un prolongado letargo. Desde los años noventa su capacidad de repuesta y movilización se encuentra prácticamente desmantelada. En ello ha incidido no sólo la acción de los empresarios burgueses y su estado, sino también el nefasto papel del reformismo que se ha encargado de vender los derechos de los trabajadores a los gobiernos de turno.
Hoy, la burocracia sindical pretende, como generalmente lo ha hecho, utilizar a las masas trabajadoras en la disputa interburguesa con la consigna de “Fuera Lasso” en la marcha del Primero de Mayo. Si bien es muy importante combatir al banquero, e incluso derrocarlo, un cambio de gobierno no alterará la situación de fondo. Ello ha ocurrido siempre en la vida política del país. Se cambia un gobierno por otro, se reoxigena el viejo estado burgués y nada se modifica. Son simples vueltas de tuerca que da el capitalismo burocrático en el país La sinvergüencería de los decrépitos líderes de las centrales sindicales es tal que ellos mismo han apoyado a Lasso, e incluso a Correa, para después autodenominarse “oposición”. La clase trabajadora es arrastrada para defender el programa de la burguesía –sea neoliberal, o progresista/reformista-, postergando sus propias aspiraciones e intereses, diluyendo éstos en un antagonismo de fantasía.
El principal problema que ha enfrentado el proletariado en el país es constituir su propia independencia de clase, forjando organizaciones que respondan a sus intereses,y que construyan un camino propio orientado a su emancipación definitiva; sólo así puede romper el tutelaje de la clase dominante. Una cosa es combatir a un gobierno y derrocarlo defendiendo intereses propios que fortalezcan la estructura organizativa y potencien la conciencia de la clase proletaria; y otra es ser apéndice de una facción burguesa o reformista. El problema no es sólo la masa que está en la calle, sino quien la dirige y hacia dónde la conduce.
En Ecuador, el movimiento obrero históricamente ha sido utilizado y ha recibido influencia de instancias ajenas a su clase. Varios de los primeros gremios de artesanos y obreros fueron impulsados por la iglesia católica. Posteriormente los liberales crearon la Confederación Obrera del Guayas para contrarrestar el peso de las sociedades de cacahueros, carpinteros, ferroviarios, y especialmente de la FTRE, quienes criticaban el sistema imperante. La primera central sindical que se creó fue la CEDOC, de inspiración católica, que buscaba la armonía entre obreros y burgueses. Incluso la CEOSL, creada en los años 70, fue impulsada por la CIA y el imperialismo norteamericano como parte de la Alianza para el Progreso. De ahí, organizaciones como la CTE, UGTE y la CEDOCUT han sido ramificaciones de los partidos revisionistas y reformistas, bajo una línea burocrático-oportunista, clientelar y colaboracionista, que jamás ha situado en la clase trabajadora la necesidad de la revolución. El FUT, creado a fines de los setenta, como unidad de varias centrales sindicales, ha seguido la misma lógica: pactos con los gobiernos de turno y que sus dirigentes se sigan enriqueciendo a través de la “representación jurídica de las organizaciones obreras”. En el gobierno de Correa, se crearon varias organizaciones de corte empresarial y oportunista (CUT, Parlamento Laboral, CSE) para desclasar y fracturar aún más el movimiento sindical.
El oportunismo ha retrasado la lucha del movimiento obrero, afianzando en las organizaciones sindicales la idea de que solamente deben luchar por reformas, reproduciendo una ideología economicista que despolitiza a los trabajadores. A lo máximo que apelan es a una “política de exigencias”, cuento trillado e inútil que sólo pretende justificar su colaboracionismo y su veneración por la dictadura capitalista. Esto provoca que los sectores que dirigen se ahoguen en las coyunturas, que permanezcan impávidos ante la situación de otras clases explotadas, que no incorporen en sus consignas los diferentes males sociales que provoca el capitalismo imperialista. En el plano organizativo el frentismo ha sido la modalidad preferida por el reformismo para encumbrar alianzas temporales entre grupos con diversos intereses, que posteriormente se diluyen principalmente en el fango electoral. Enaltecen el espontaneísmo y cabalgan en la lucha honesta del pueblo para diluirla posteriormente en variantes inofensivas para la estructura de poder.
Aparte del nefasto papel del reformismo enquistado en el movimiento obrero, desde inicios de los noventa, y especialmente en los últimos años, han emergido corrientes posmodernas y movimientistas que pretenden negar el papel histórico de transformación y el carácter de vanguardia del proletariado, aupando discursos y prácticas particularistas que atomizan la lucha social.
Ahora, este problema es un fenómeno internacional. El reformismo como avanzada de la burguesía en el movimiento obrero y popular continúa frenando las intenciones de transformación de las masas en el mundo entero. Si bien aun participan en las protestas que ocurren –trepándose en éstas o utilizándolas como simple forma de presión- , lo hacen para llevarlas al fango, pactando con los gobiernos de turno, aupando candidatos de otras facciones burguesas, o proponiendo soluciones estériles como asambleas constituyentes o consultas populares. El movimiento sindical reformista está envejeciendo y su falta de respuestas ante la crisis lo ha dejado en una evidencia cada vez mayor. Sin embargo, la falta de desarrollo de las organizaciones revolucionarias ha permitido que sigan cumpliendo su papel.
Ante una ola revolucionaria que se avecina, en medio de la crisis y descomposición del sistema capitalista imperialista, es imprescindible, para aprovecharla cualitativamente, que la corriente roja se expanda y se convierta en mando y guía de los levantamientos de las masas, dándoles una orientación realmente transformadora.
En ese sentido resulta estratégico desarrollar y fortalecer varios aspectos que aún se encuentran en ciernes en el país:
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- Enfrentar al reformismo, desenmascararlo como apéndice de la burguesía y el imperialismo. En el seno del movimiento obrero implica combatir a las centrales sindicales y a sus dirigentes, tanto al ala del FUT, como a las que fueron originadas por el correísmo. Son aparatos caducos, clientelares, burocráticos, que no aportan nada a la lucha de los trabajadores. No caben posicione centristas que critican al oportunismo de palabra, pero en los hechos coluden con él. También es importante atacar posturas entristas que buscan “tomar la dirección” de estos organismos caducos.
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- Echar por los suelos el cliché reformista de “unidad”, que no es más que frentismo policlasista y coyunturalista que utiliza el reformismo para pescar a río revuelto. No caben alianzas con estos sectores, ello sólo posterga el desarrollo de una corriente revolucionaria en el movimiento obrero. La unidad no se conquistará agrupando a las centrales sindicales colaboracionistas, sino estableciendo organizaciones nuevas con una línea proletaria.
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- Es fundamental enfrentar también a los actuales agoreros del capitalismo: los “progresistas” o socialistas del siglo XXI, que representan a facciones burguesas generalmente nuevas (burguesías burocráticas), alineadas en ocasiones a otros centros imperialistas (China, Rusia), que utilizan el estado como eje de acumulación, y que su cometido fundamental es llevar las rebeliones y luchas populares a la tumba legalista e institucional.
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- Hay una tarea muy grande que es organizar a la masa laboral del país. Menos del 10% pertenece a un sindicato y las centrales agrupan a menos del 5% de los trabajadores ecuatorianos, teniendo en sus filas principalmente sindicatos el sector público.
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- Aquí cabe precisar que las organizaciones que se generen no sólo deben ser sindicatos, sino además círculos obreros y uniones de lucha que permitan agrupar a los trabajadores más allá de su lugar de trabajo, estableciendo una extensa red de apoyo, denuncia, propaganda, agitación, y formación política; cubriendo además a los trabajadores de la represión de la patronal que se ha encargado de identificar y despedir a los dirigentes genuinos.
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- La independencia de clase es central para romper el tutelaje de la burguesía y el reformismo. Ello significa desarrollo de organizaciones propias de la clase obrera, pero también la afirmación y defensa de su ideología: el marxismo.
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- La clase trabajadora debe sobrepasar los márgenes legalistas e institucionales, pues son generalmente inefectivos. Las cortes burguesas y el ministerio de trabajo violan incluso sus propios códigos y leyes. Los reclamos y los derechos de los trabajadores no son respetados como ocurre actualmente con el caso de los ex trabajadores de Pilsener. La dictadura burguesa demuestra de manera cada vez más evidente su verdadero rostro. No hay posibilidad real de mejoras en las condiciones de vida a través dentro del marco burgués. La contrarreforma laboral no puede ser frenada a través de ¡reformas!, sino mediante la lucha.
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- En el presente período de fascistización, la burguesía se prepara para reprimir y ahogar a sangre y fuego la lucha de las masas populares. Los trabajadores deben emplear sus métodos más combativos de lucha o serán despojados de todo. Deben aprestarse a derrocar el capitalismo, no existe otra vía posible. La movilización debe dejar de ser un desfile alegórico y pasivo, debe ser nuevamente instrumento de lucha, de confrontación con la clase burguesa.
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- Sin duda alguna, la tarea central para el desarrollo de la lucha revolucionaria en el país pasa por desarrollar un verdadero partido comunista, que cumpla con su función de vanguardia, y bajo un estilo leninista pueda dirigir las grandes luchas que se avecinan.
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- Sólo el programa del proletariado permitirá unificar a obreros, campesinos, semiproletarios, pequeños productores y pequeños comerciantes, estudiantes, maestros, artistas proletarizados, y pobladores de las barriadas populares, en una corriente revolucionaria que rompa con la influencia burguesa y oportunista, representando realmente sus intereses, y orientándolos a acabar con la dominación que ejercen el imperialismo y el capitalismo burocrático en el país.
Las rebeliones populares se extienden sin cesar en el mundo entero. Cada protesta es un rugido de la clase trabajadora contra el sistema imperante. Los procesos comunistas en India y Filipinas se encumbran como avanzada del proletariado internacional. La descomposición del sistema imperialista nos ubica ante una única posibilidad de futuro: la revolución.
¡Ante un sistema en descomposición, el único camino es la revolución!
¡Ni lassos, nicorreazos, ni oportunistas bastardos!
¡Por el desarrollo de una corriente revolucionaria en el movimiento obrero!
¡La rebelión se justifica, aquí y ahora!
Marcha por el día del trabajador.
Lunes 1ro de Mayo – 9 AM – Parque El Arbolito
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